Es tiempo para la PAZ

Lo decisivo para traer paz al mundo

es nuestra conducta diaria. J. Krishnamurti.

 

Estos últimos días, todo nos habla de guerra y conflictos. Medios y redes sociales no cesan de informar sobre el último de ellos en Ucrania. Es fácil observar la prepotencia, el egoísmo, y el ansia de poder de unos pocos, inmutables frente al dolor y sufrimiento de muchas personas.

Ante la inminente actualidad los seres humanos olvidamos; por ejemplo, que actualmente no hay un único conflicto; los datos recogen más de 60 “enfrentamientos armados” activos en 2022 en todo el mundo.  Una vergüenza para la Humanidad que también afecta al planeta, pues todo sufre ante tanto dolor y destrucción.

Vemos también las reacciones psicológicas de las personas, por una parte, de las que viven de cerca la guerra: preocupación, miedo, angustia, impotencia, sufrimiento, … por otra, el rechazo de otras en todo el mundo a la guerra en sí, evidenciado en manifestaciones pacíficas, o en oraciones. Evidencias que, por sí solas, no consiguen la paz. Orar o manifestarse no es suficiente.

Ante todo esto, me he preguntado ¿en nombre de qué o de quién pueden unas personas matar a otras? ¿Por qué los seres humanos no vivimos pacíficamente?    (1)

Miles de años de historia me recuerdan que siempre hemos vivido en conflicto, con dominio de los poderosos sobre los más débiles: luchas tribales; cruzadas; reyes, gobiernos y naciones enfrentados entre sí por diferencias ideológicas, económicas o religiosas. Si observamos con atención a nuestro alrededor nos damos cuenta de que esta cultura de la guerra de nuestro pasado se mantiene en nuestras sociedades actuales.

A lo largo del tiempo, numerosas organizaciones han sido creadas para trabajar por la paz, pero hasta ahora no la han conseguido; las agresiones, del tipo que sean, siguen existiendo, como también Gobiernos que hablan de paz, mientras envían armas a otros países; Estados que justifican las agresiones con hipocresía y falsas informaciones; personas dispuestas a matar para defenderse…

Creo que hemos perdido la cualidad de la compasión.

Parece evidente que confiar en que las instituciones por la Paz la consigan es absolutamente vano. Ningún dirigente, ni gobierno, ni ejército, ni patria, nos dará la paz. Es difícil alcanzarla mientras las personas vivamos, individualmente, en conflicto con uno mismo y con los demás, no solo en países vecinos, sino también en nuestras respectivas sociedades, en ciudades, en trabajos, en barrios, incluso en las propias familias… Para que haya paz, debemos ser pacíficos; vivir en paz significa no crear antagonismos.  (2)

Converso con mis amistades, con mi familia, sobre cómo podemos resolver este caos.

- ¿Hay algo que un individuo pueda hacer en solitario? Las respuestas no son muy convincentes. No podemos cambiar una organización, ni un estado, no podemos convencer a un invasor, pero la conversación se pone interesante cuando cuestionamos:

- Si una persona cualquiera, tú o yo, pudiera eliminar todo conflicto personal y cambiar sus relaciones con los demás ¿cómo afectaría esto al resto de la sociedad?

- Cuando una persona logra la paz propia ¿cómo influye esto en el resto de la humanidad?

Quizá deberíamos considerar si como personas somos capaces de vivir pacíficamente con los demás. Nosotros hemos creado esta sociedad, somos parte de ella y, por lo tanto, somos también responsables, en alguna medida, de ciertos conflictos.

Ante mi pregunta sobre qué causa la guerra surgen respuestas unánimes, casi por mayoría consensuamos una respuesta, que se presenta como evidente por los últimos acontecimientos conocidos: la guerra la determinan las creencias e intereses, ya sea en forma de ideologías o credos o dogmas. Si en vez de creencias tuviéramos buena voluntad, amor y consideración entre nosotros, no habría rencillas. Las causas de la guerra, pues, son producto de los hombres y mujeres. Y si nosotros, como individuos, seguimos y acatamos sin pensar estos dogmas, estamos contribuyendo a una sociedad que acaba en la destrucción. Y todo se desmorona.  (3)

La sociedad es el producto de las relaciones; de vuestras relaciones y las mías, de todas las personas. Si cambiamos nuestra vida, la sociedad cambia... si el hermano abraza al hermano, si el vecino es amable con el vecino, si la buena voluntad es fuerza común en el barrio, si no hay enfrentamiento en los trabajos, si practicamos una cultura de paz, … Depende de vosotros y de mí, pero parece que no nos damos cuenta de ello.

Nuestra amistosa conversación se pone interesante:

- ¿Podríamos considerar las guerras como una proyección de nuestra vida diaria?

La guerra es una mera expresión externa de nuestro estado interno, una amplificación de nuestra actividad diaria. Es más destructiva y sangrienta, pero es el resultado colectivo de nuestras actividades individuales. De esta manera, todos en mayor o menor medida, somos responsables.

- ¿Qué podemos hacer entonces para detenerla?

- ¿Podemos hacer algo que valga la pena, para vivir con respeto y en armonía?

Para traer paz a la sociedad tiene que haber una verdadera revolución en el individuo, en vosotros, en mí, en todas las personas ¿estamos dispuestos para esta revolución?  (4)

- ¿Queremos afrontar estas cuestiones? Hablamos sobre la paz, creamos nuevas organizaciones, aprobamos nuevas leyes, pero en nuestro fuero interno ¿deseamos poder, nos guía la ambición; nos atan las creencias, los dogmas, estamos dispuestos a morir y a destruirnos unos a otros?- ¿Creéis que semejantes hombres y mujeres podemos conseguir así paz en la sociedad?

Creo que no. No lograremos la paz mientras no renunciemos a nuestras posiciones particulares e individualistas.

Es necesario que los seres humanos cambiemos en todos los ordenes de la vida, para establecer otro sistema social. Grandes pensadores humanistas, en un pasado no muy lejano, marcaron las pautas adecuadas para ello, para un modo de vivir y de ser diferente.  (5)

Ahora, más que nunca, son necesarios hombres y mujeres equilibrados, respetuosos, conscientes, en armonía, responsables del día a día que les toque vivir, que reflexionen y hagan reflexionar a los demás ante los abusos que ahora estamos viviendo y sufriendo en cualquier rincón del planeta.

La conversación llega a su fin. Con realismo, con aceptación, pero también con esperanza, algunas personas opinan: cada vez se escuchan más voces que se alzan, pacíficamente; defensoras a ultranza de la paz, del respeto a la naturaleza, de la solidaridad con el ser humano.

Cuando reconozcamos que nuestra conciencia no es individual sino común a todos los seres vivos, entonces podremos trabajar verdaderamente juntos por la PAZ, con un espíritu de cooperación y compasión. Somos, porque los demás son, en cualquier parte del mundo. Somos uno con todos los demás.  (6)

 

(1) “Cada guerra es una destrucción del espíritu humano”. H. Miller.

(2)  “La paz no es algo que deseas, es algo que haces”. R. Fulghum.

(3) “La Paz no es la ausencia de la guerra. Es una virtud, un estado mental, una disposición en pro de la benevolencia, la confianza y la justicia”. Spinoza.

(4) “Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo”. Guerra y paz. Tolstoi.

(5) “Nos urge una gran revisión del comportamiento humano, debiendo renovarse con valores morales-éticos, que cambien el rumbo hacia una sociedad diferente, y esta pueda ser más feliz, mas culta, menos agresiva, respetuosa y alegre”  J. Tarrazó. El otro señor.

(6)  Oh, Vida Oculta que vibras en cada átomo;
Oh, Luz Oculta que brillas en cada criatura;
Oh, Amor Oculto que todo lo abarcas en la Unidad;
que cada ser que se sienta uno Contigo,
sepa que, por lo tanto, es uno con todos los demás.
(Annie Besant)

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