Pinocho sigue siendo un cuento muy actual
¿Nos hemos alejado del sentido inherente en el ser humano que llamamos conciencia?
Las nuevas formas que necesita la sociedad, muy posiblemente no se encuentran en la participación de la vorágine del consumo.
Los medios de comunicación en general nos imprimen con desafuero algo que, desde otro ángulo de visión, se puede calificar de nocivo para las personas. Ante la avalancha de información, mucha está considerada para que veamos que vivir es más fácil, cuando vives acorde al sistema económico y político con un evidente pero muy maquillado perfil devastador.
Cabría preguntarse si este movimiento nos conduce hacia un progreso integral, o quizás sigue vigente y muy vivo el personaje Juan el Honrado del cuento de Pinocho.
El carpintero Geppetto tiene un gran deseo con Pinocho, y es que llegue a ser un niño de verdad. Y sabe que su deseo solo puede hacerse realidad si Pinocho aprende y crece, por lo que lo envía a la escuela.
La actual sociedad en la que vivimos, aunque es una escuela, pero se parece más a la ideología tecnocrática, la cual se fundamenta en una concepción del radio de acción y el método de la ciencia, de las relaciones entre la ciencia y la técnica, y del papel social de la técnica, según la cual solamente aquello que es cuantificable, comprobable empíricamente y manipulable es real.
Proponemos una cuestión ¿nos hemos alejado del sentido inherente en el ser humano que llamamos conciencia?
Volviendo a Pinocho, en su representación teatral recibe grandes aplausos, y se siente muy contento, pero después de la actuación lo encierran en una jaula. Otra carencia, que es de planteamiento serio en cualquier persona de la actual sociedad, es que tanta tecnología se asemeja a una prisión, en este caso nuestra prisión son las múltiples dependencias que hemos asimilado muy deprisa, quizás sin valorar las consecuencias.
La actual sociedad, a cambio de dinero, nos ofrece no tener que esforzarnos en muchas cosas que antaño eran tediosas o simplemente no existían. La actual sociedad nos imbuye al consumo, más como una dependencia, que fruto de la verdadera necesidad. No son lo mismo otros tiempos pasados, donde las personas nos comunicábamos tranquila y presencialmente, pero a cambio de esa naturalidad, la propia sociedad nos hace intempestivos y faltos de ser como quería el carpintero con Pinocho: ser un niño de verdad.
¿Somos en el siglo XXI más de verdad que en siglos del pasado? Puede que tanta modernidad no nos ha dado tiempo a asumirla, y lentamente nos convertimos en marionetas, sin importar, sin conocer quién mueve los hilos.
Muchas voces hablan de que el actual sistema produce personas pensadas más que pensantes. Estas voces hablan de que somos conducidos por modas, por deportes... haciendo que nos sintamos afables a seres como nosotros, aunque la sociedad los convierte en iconos de algo que, puede ser, nos aleja todavía más de la esencia inherente que pensadores y filósofos llaman alma.
Puede que sea interesante reflexionar sobre el linaje del ser humano, y no quedarse con las muchas apariencias que se alimentan constantemente, y gracias a las tecnologías muchos tenemos acceso a ellas, maquilladas como progreso, pero, quizás, exentas de la imperiosa necesidad de crear un despertar que está naciendo en el planeta, gracias a muchas personas sencillas que aprenden desde la experiencia sobre la felicidad, como algo que no se encuentra en el exterior de la vida, sino que dentro de uno mismo hay una vida inmanente y llena de amor.
Como final de este ensayo, de nuevo proponemos a Pinocho, esta vez cuando Juan el Honrado le invita a la Isla del Placer, que es un lugar donde los niños pueden divertirse todo el día y satisfacer sus deseos.
¿Merece la pena valorar cualquier orden de felicidad externa?
¿Merece la pena imaginarnos como que el verdadero niño es la esencia que somos de verdad?